"LOS CHARRUAS" historia

"LOS CHARRUAS"
 


Los charrúas fueron un pueblo indígena originario del territorio delimitado por el RIO de la PLATA el RIO URUGUAY hasta el RIO IBICUY (sur de BRASIL en AMERICA del SUR). Posteriormente a la invasión española, algunas familias se desplazaron hacia zonas meridionales de la Mesopotamia argentima y quizás zonas costeras del río parana .
 Fueron, junto con los CHANAS los GENOASy los YAROS, los primeros habitantes históricamente conocidos de las tierras del actual territorio del URUGUAY. Al momento de la llegada de los españoles, los charrúas dentro del actual territorio uruguayo ocupaban el área al norte y al sur del Río Negro(o Hum) y se acercaban a la costa en el actual departamento de rocha.

Posteriormente a la fundación de Montevideo, los charrúas se desplazaron hacia el norte absorbiendo a yaros, bohanes, guenoas, chanás y minuanes quedando prácticamente confundidos con ellos, por lo que usualmente se les ha designado a todos estos grupos genéricamente como charrúas. La mujer charrúa nativa la que se relacionó con los hombres europeos y dio origen a los primeros mestizos, que en general, adoptaron una cultura intermedia y fueron conocidos como "gauchos", en el caso de los hombres, o "chinas", en el caso de las mujeres. Estas últimas continuaron viviendo en las tolderías charrúas, y a su vez, se siguieron mezclando con los colonizadores blancos así como también con guaraníes, complejizando aún más el proceso de mestizaje.

El genocidio del Salsipuedes 
( Matanza del Salsipuedes)

Esta actitud persistente hizo que fueran paulatinamente diezmados, hasta culminar en 1831 con la matanza a orillas del Arroyo Salsipuedes perpetrada por el Gral. Fructuoso Rivera, primer Presidente del Uruguay y su sobrino Bernabé. Esta matanza, fue organizada en virtud a un acuerdo realizado por el Gral. Rivera con los Portugueses. El mismo consistió en la entrega de tierras del Uruguay a los portugueses, las que hoy se extienden desde la actual frontera con Brasil (Laguna Merín) hasta la actual Ciudad de Porto Alegre, a cambio de mantener la "Paz" y asegurar el liderazo de Fructuoso Rivera, logrando así ser el primer Presidente del Uruguay.

De esa matanza escaparon muy pocos individuos —básicamente quienes, desconfiando de sus intenciones, no concurrieron al encuentro propuesto por Rivera— y se los tuvo por exterminados a partir de un episodio muy triste en la historia uruguaya: el envío a París, a efectos de ser estudiados, de Los últimos charrúas, pequeño grupo formado por una mujer y tres hombres. Sus nombres eran Senaqué, Tacuavé, Vaimaca Perú y Guyunusa.

CHARRUA DE OJOS CELESTES

salsipuedes 1831

Entreverados a estas palabras están “los fantasmas de aquellos aborígenes escopetados, atropellados y humillados, la sangre de sus cuerpos y la rebeldía de sus espíritus” (Daniel Vidart), en ellas reviven los dolores, las penas y por sobre todo, el mayor de los desprecios y el repudio total al linaje de genocidas que se apellidan “Rivera”.

Los charrúas fueron una de las pocas etnias que se mantuvieron en estado continuo de negación total ante el invasor y por ende en estado permanente de resistencia. El coronel español, Félix de Azara dirá por aquellos días: “Son altivos, soberbios y feroces; llevan la cabeza derecha, la frente erguida...”
La resistencia se dio primero contra los embates de los colonizadores europeos que venían a traer su cristiana“civilización” y luego contra los republicanos, que irónica y paradójicamente, querían imponer su religiosa“civilización”. En estos enfrentamientos se fueron aproximadamente tres siglos de sangrientos episodios.
Además del exterminio generado por las armas europeas primero y luego las republicanas, las epidemias y enfermedades traídas por los hombres blancos de cabellos claros al igual que sus ojos, fueron gran causante de muertes.
Visto que los indígenas eran irreductibles e inaccesibles en la resistencia, aquellos que se proponían “integrar” a los charrùas a la “vida civilizada” (pues de ello dependía el éxito de muchos emprendimientos económicos y políticos, como la afirmación y conformación de la propiedad y los latifundios) optaron por el exterminio total, es decir el genocidio, ya que por medio del cristianismo no lo lograron.
A partir del momento en que los europeos cargaron en sus espaldas de madera la “civilización” cristiana y occidental, el destino de los charruas, al igual que el de los demás pueblos originarios de nuestra América, estaba marcado de sangre, dolor, odio, usurpación, robo, violación, y por sobre todo de muerte en todos los órdenes posibles de la vida mundana y espiritual.
Pero no solo los europeos fueron los actores de semejantes atrocidades, pues en nuestro país los “hombres ilustrados”, “hombres del orden”, “hombres civilizados”, aquellos que llevaron adelante el proyecto de un estado al mejor estilo europeo, fueron los principales genocidas, hombres como Fructuoso Rivera y su sobrino Bernabé Rivera. Nada menos que el primer presidente de la incipiente república fue el que comandó el cruento episodio de Salsipuedes. Así el 11 abril de 1831 por medio de una celada el presidente de la república Fructuoso Rivera junto al ejército oficial emboscaron y dieron muerte a la gran mayoría de los charruas.
Algunos testimonios de la época, como el de un marinero sueco cuentan el episodio: “no abrigaran la menor sospecha, se les dio a los indios algunos barriles de aguardiente y varios presentes (...) no bien empezaron a entrar en estado de ebriedad y algunos de ellos iban siendo dominados por el sueño, poco a poco y bajo la protección de la oscuridad de la noche las tropas de Rivera los fueron rodeando y con sus sables y bayonetas comenzaron a sorprenderlos y atacarlos en su campamento y allí mataron tanto a hombres como a mujeres y niños sin consideración ni piedad” (citado en “Los indios del Uruguay” de Renzo Pi Hugarte. P.144)
Pero a la traición del presidente y la emboscada del ejército oficial pudieron escapar algunos charruas, que fueron perseguidos, de los cuales algunos fueron apresados y reducidos a esclavos de las familias mas “urbanas” y “civilizadas” de Montevideo. Algunos caciques desconfiados no comparecieron a la cita.
En una de esas persecuciones el cacique Sepé dio muerte a Bernabé Rivera, Tomás de Mattos en su libro “¡Bernabé, Bernabé!” describe el hecho, después de apresarlo y mantenerlo en cautiverio, Sepé “furioso, ha empuñado la última lanza con las dos manos y la ha alzado sobre el pecho de Bernabé. Pero, según contó, antes de atravesarle el corazón quedó quieto. Y nadie lo detuvo (...) Solo las mujeres profirieron gritos de incitación. Desde el suelo, con los brazos inutilizados, sin poder ensayar defensa alguna, Bernabé lo miró largamente a los ojos (...) le puso un pie en el pecho para afirmarse y ubicar con exactitud el lanzazo (...) cuando se clavó en el pecho de Bernabé la lanza no osciló (...) la sostuvo el profundo apoyo de la entraña recién abierta; y quien la empuñaba no la soltó. Cuando terminó de remover la herida, Sepé hundió la moharra en el charco contiguo para diluir la sangre (...) De pronto, se agachó, tomó el cuerpo de su victima, asiéndolo por las axilas, lo giró sobre sí en el aire y lo empujó, sin duda, hacia el charco (...) cuando lo tiró en el pozo, la cintura coincidió con el borde de la orilla, el pecho apenas se inclinó en la escasa hondura, pero la cara chapoteó y se hundió en el limo del estanque.
-¡Tomá toda el agua que querás!-le gritó, y todos los que lo rodeaban, festejaron (...)
A pesar del baño de sangre que significó el “descubrimiento”, a pesar de la constate persecución, dominio y exterminio sistemáticos, a pesar de los SOLDADOS CRISTIANOS adiestrados para la guerra, a pesar del etnocidio sufrido, de la constante desvalorización del legado por parte del sistema nacional de educación, a pesar de la ignorancia voluntaria de los “intelectuales” al servicio del poder oficial, quienes sostienen con pilares de libros la imagen de simples recolectores, cazadores, vagos, nómades, malolientes, bárbaros, etc., etc...
A pesar de todo, siguen y seguirán vivos en nuestras palabras, en nuestros versos, en nuestros cantos, seguirán vivos en nosotros, pues ellos cantan en nuestras voces, andan en nuestras piernas y golpean con nuestros puños.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
“Diario del Uruguay” Separata del periódico “La República”, fascículo número 7, del 14 de junio de 2006.Montevideo.
Hugarte Pi Renzo. “Los indios del Uruguay”.1998, Ed. Banda Oriental, Montevideo.
Mattos de Tomás. “¡Bernabé, Bernabé!”. 2004, Ed. Santillana, Montevideo.
Vidart Daniel. “El mundo de los charrúas”.2000, Ed. Banda Oriental, Montevideo.
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